CURSO
DE BUCEO
Después de muchos
contratiempos, hemos conseguido ser “buzos con papeles” como decís
vosotros... El sábado 12 de abril empezamos el curso con la gente del club
poseidón, en Benidorm. Eramos cuatro personas: Marta (mi “compañera” en
todos los sentidos) y yo, y dos chicos de Madrid (Andrés y Juan Pedro, muy majos
ellos), aparte de nuestra superinstructora Susi.
PRIMER DÍA: Firmados
los papeles necesarios, empezó la instrucción. Primero de todo, conoce el
equipo que te vas a llevar a la espalda. Que si esto es tal cosa, que si eso es
tal otra... esto se monta así... cuidado no hagas esto... Vamos, que todo me
parecían obviedades en plan “pero cómo va alguien a hacer esa burrada”.
Pues oye; ni la pitonisa Lola. En los 5 días que duró el curso todas las cosas
que parecían burradas que a nadie se le ocurriría hacer, las hicimos uno u
otro.
Desde montar la
entrada de aire de la primera etapa del regulador en la parte de atrás del
grifo, apretando el tornillo del estribo contra la salida de aire de la botella
(maniobra muy repetida por algunA de las alumnAs), hasta abrir el grifo de la
botella sin el latiguillo del jacket montado (ese fui yo... y más de una vez).
<<Fijaros bien cuando desabrochéis las hombreras del jacket para quitároslo,
en montarlas bien antes de poneroslo otra vez>>. Pues al día siguiente me
moría de la risa cuando Marta se intentaba poner el suyo con el tirante
enganchado con la cincha de seguridad de la cintura.
Pues para abrir boca,
lo primero fue irnos a la playa (agua a 14ºC) y probar las sensaciones. ¿Sensaciones?
No, sensación sólo una. F R Í O. Y eso que yo traigo neopreno de serie (se
notan las tapitas del bar, y el cocidito...) y aguanté el tirón, pero fresca
estaba. Poneros las aletas en el agua. ¡Jajajajajaja! ¡con las olas que había!
De coña... cada uno despanzurrado por un lado, el compañero intentando
agarrarle (Marta 58 Kg... yo 80...) Si nos graban, arrasamos en Videos de
Primera. Superado el trance, y ya equipados y de rodillas, los primeros
ejercicios: el de respirar sin máscara que me comentasteis, quitarnos y
ponernos el regulador... Todo bastante bien. Conseguida la hipotermia, todos al
club a ducharnos con agüita calentita. Claro, el club... al otro lado de la
calle... Unos 100 metros nos separaban del objetivo, que tuvimos que alcanzar
cargados con semejantes armatostes colgados de la espalda. Vamos; pa entregar el
alma a Cristo. Y ya cuando nos íbamos... <<chicos, estudiaros el primer
tema (75 hojas) que mañana hacemos el primer test>>. Teníais que ver la
cara de Marta. ¿Estudiar? ¿Yo? ¿De vacaciones? Pues sí... menos mal que hacía
bueno, y nos fuimos a la playa a leérnoslo... porque ella estaba pez total, y
no tenía el gusto de conocer ni a Arquímedes ni a Boyle.
SEGUNDO DÍA: Recién
llegados, y repasadas las nociones básicas del equipo (ya olvidadas desde ayer)
nos volvimos a ir a la playa. De nuevo, odisea en la entrada y la puesta de
aletas. Varios ejercicios: vaciado de máscara, nadar con una aleta, recuperación
del regulador, y primer incidente: Marta, al recuperar el regulador, se bebe el
1% del océano por no vaciarlo de agua. Con el trago, estrés y escape a toda
leche hacia arriba. Estábamos a 5 metros. Susi, rauda y veloz, alcanza al
cohete y, agarrándole por los hombros, evita la subida incontrolada y trata de
tranquilizarla a 3 metros. ¡¡6 años tratando de tranquilizarla yo, señores,
y ella en 1 minuto la tenía de vuelta en el fondo!! ¿Y qué hacer si se te
sube un gemelo? Respuesta fácil, todos lo sabemos: tirarse de la aleta. Pero ¿dónde
está la aleta? Debajo del agua todo se ve un 25% más grande, y más cerca de
lo que en realidad está (eso me lo aprendí). La aleta incluida. Y allí estábamos
los cuatro, buscando la punta de la aleta como gilipollas, mientras Susi se partía
de la risa. Juan Pedro hasta dio la voltereta estirándose a por la aleta. He de
reconocer que ninguno superamos la prueba, pero la teoría la conocemos... Después,
nos llevó a dar una vuelta a los “oasis” de posidonia que había por el
fondo... y ¡oh! Sorpresa... ¡en la playa de Benidorm hay vida! Y no me refiero
al millón de personas que las abarrotan. Había peces. Muchos pececillos a unos
30 metros de la orilla. Pero ya llevamos 50 minutos bajo el granizado (más que
agua) y había que irse. Después de esto, la teoría era lo peor, pero es algo
por lo que había que pasar. Y, para esa tarde... ¡¡otro temita que leer!!
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TERCER DÍA: Las
cosas pintaban peor. Atrás, en la montaña, amenazaban los nubarrones, pero en
la playa lucía tímido el Sol. Sin embargo, las olas y la corriente en la
orilla nos impedían hacer los ejercicios en la playa. Solución: a la isla, a
una zona resguardada en la que estaríamos mejor. Inconveniente: Tendríamos que
tirarnos desde el barco, así, sin avisar, sin anestesia ni ná... Unas
tortillitas de Biodramina para unos, un “no te acojones” para otros, y ¡hala!
Todos al barco. Aquí es cuando, sin saberlo, me crucé con Gayopedro (el bajaba
del barco, y nosotros subíamos). Fuimos a una zona conocida como Punta de Garby
(o algo así). <<Dar un paso de gigante>> como si eso fuera tan fácil...
Marta la primera, porque si seguía en el barco iba a practicar fish feeding. Y
con mucho estilo, una en el agua. Al caer un “joder, cómo está el agua”
seguido de un “hala, qué bonito es aquí el fondo”.Yo tenía cierto reparo,
pero cual lobo de mar, me fui al agua. Por el aire, escucho <<agárrate
las gafas>>. Ups, fallo técnico. Una mano rápida y todo solucionado. Me
quedo con esa imagen del fondo, lleno de peces. Susi dijo que había 25 o 30
metros de visibilidad. Una pasada. Hicimos los ejercicios rodeados de
pececillos, mirando arriba había cantidad de vida... ¡¡¡MI PRIMERA
BARRACUDA!!! No era muy grande, pero fue alucinante. Además, como las había
visto en fotos, sabía lo que era y me gustó un montón. Seguimos son el
ejercicio de quitarnos los plomos. Quitárnoslo fue lo más fácil, pero
luego... Uno se retorcía, estiraba, encogía, se cagaba en diez y, con 50 bares
menos, conseguía el reto. Luego, dimos un paseo entre tantos animales de
colores. Con tanto movimiento, nos pulimos el aire en 37 minutos y hubo que
salir. Pero aquí no acabó la odisea... Hicimos el ejercicio de remolcar a un
compañero en superficie... con algo de corriente en contra... y espero que no
me tenga que remolcar nunca mi “compañera” porque me muero seguro...
CUARTO DÍA: Volvemos
a la Isla. Como el mar lo permitía, fuimos a la Llosa. Primera prueba: hay que
caer de espaldas. Sinceramente, yo pensaba que al no ser una zodiac, nos librábamos
de este ejercicio, pero no. Caída libre, porque el barco quedaba a más de
medio metro del agua. Con más pena que gloria, superamos la prueba. Fuimos con
terra (compi del foro) que nos guió porque estaba haciendo el Avanzado; y no
nos perdimos, así que me imagino que aprobarían sin ir a la revisión. Una
visibilidad muy buena. Más ejercicios que ya parecen salir bien, y llega el
momento de quitarse el jacket bajo el agua, con un mar de fondo que nos meneaba
tres metros pa’acá y tres pa’allá. Susi se partía de la risa. Aun así,
ya éramos lobos de mar (bueno, caniches de mar) y salió más o menos. Y después,
nos fuimos a dar una vueltecilla, en la que vi ¡¡UN PEDAZO DE CONGRIO!! Un
pescao gordo, bastante grande... muy chulo. Susi, con destreza, lo hizo salir
del agujero, y pudimos verlo en todo su esplendor. Lástima de cámara. Y no habíamos
disfrutado de él, cuando terra encontró una morena a la que solo vi de refilón,
porque ya se estaba escondiendo. ¡Coño! 70 bares... vamos al cabo... Al salir,
la triste realidad. No tendríamos que esperar a endulzar los trajes en el club,
porque estaba lloviendo. Gerd, el piloto del barco, nos esperaba con su
chubasquero amarillo... y a terra y a Marta se les ocurrió que parecía el
Capitán Percanova... y el pobre se quedó con ese nombre. A pesar de todo,
Marta me prometió que no era el día que más frío había pasado en su vida...
QUINTO DÍA: Llueve
de nuevo. Pero hoy se supone que tenemos que disfrutar de la inmersión, así
que estamos felices recordando lo del día anterior. Pero algo falla. Al caer al
agua, ésta tiene un aspecto lechoso que promete poca visibilidad. Bajamos por
el cabo con menos de 4 metros de visibilidad. Sensación de desorientación.
También tiene su regustillo esto de la poca visibilidad... aunque se disfruta
menos de los animales. Sólo un congrio pequeño, y los típicos peces de la
zona. Ví un “ser” que aun no he definido, azul moradillo (apuntado con la
linterna)... con pinta gelatinosa y sedosa... De lo que he visto por internet,
lo que más se me parece es una planaria azul... aunque tampoco lo firmaría. En
las fotos (que ese día sí hice) no se adivina ni siquiera el “ser”. Todos
para fuera... y de vuelta. Marta me jura que hoy sí es el día que más frío
ha pasado en su vida. Y es que ella tenía el inconveniente de merendarse las
botellas antes que el resto, y Susi la tenía que llevar al barco 8 o 10 minutos
antes que los demás, y en la espera se congelaba. Luego el temido examen final,
que superamos con destreza profesional (uno ya ha copiado mucho en la vida ;-) y
al final ¡¡SOMOS UNOS PADIS!! ¡¡BIEEEEEEEEEEEN!!
Misión cumplida...
pero...
SEXTO DÍA: Mono
terrible. ¿Hoy no vamos a bucear? Una mierda. Cogimos el coche y fuimos a
Moraira, a la playa del portet. Mi primo había hecho allí sus primeras
inmersiones, y dice que había mucha vida, incluso cerca de la playa. Los tres
(Marta, él y yo) nos metimos con un shorty de 2mm... así que a los 30 segundos
Marta se salió. Mi primo hizo un amago, y al poquito se piró también. Yo
aguanté más de hora y media... y aluciné pepinos. La morena que no llegué a
ver el otro día, la vi a unos 5 metros, entre unas piedras que delimitaban la
pradera de posidonia. Lástima que no me dejara fotografiarla... Sí pillé a un
cangrejo bastante chulo, que posó para mí, pero el del revelado ha tenido a
bien no sacar copia de esa foto (aunque el el fotoindice no parece que vaya a
salir nada)
SÉPTIMO DÍA: La
primera inmersión como “titulado”. Nos guió Gerd, el Capitán Pescanova.
El día es bueno, pero nos dicen que en la Llosa está muy malita la cosa, y que
iremos a la playa. Bueno... menos da una piedra. Vinieron mis primos con
nosotros, y a pesar de la mala visibilidad, la inmersión mereció la pena
aunque sólo fuera por los dos “peacho cabrachos” que vimos, una de ellas,
por lo visto, en estado de buena esperanza. Vimos también bastantes peces típicos
de la zona (y cuyos nombres no recuerdo) y en algo más de 42 minutos Marta se
quedó casi en reserva y tuvimos que abandonar a 50 metros de la zona de morenas
que habíamos ido a ver. Una pena, porque me habían dicho que algunas estaban
muy buenas ;-)
En fín, que
escribiendo esto me están entrando unas ganas locas de volver a las aguas... así
que espero en breve volver a encontrarme con el azul.
Un saludo, y gracias
por leerme si has llegado hasta aquí.
PD: Perdón por las
fotos... son bastante malas y casi me da vergüenza ponerlas aquí...
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