ÁGUILAS - CALABARDINA

No he puesto título a esta crónica, porque todos me parecían demasiado cursis... Un fín de semana maravilloso (parece el título de una película de sobremesa de Tele5...), Un fin se semana alucinante (podríais pensar que he estado tomando pirulas...), Ni en mis sueños más eróticos (que tendría tirón comercial, pero parecería un salido...). Total, que no le pongo título.

El hecho es que este fin de semana, hemos estado buceando en Águilas-Calabardina... a dónde llegué con 7 inmersiones, así que imaginaos, pez total (no como un pez, sino que estaba pez... este Castellano es de un complicao...). Pero aparte de ser un sitio alucinante, y de ver más cosas bajo el agua de las que he visto sobre ella en mi vida, he estado con una gente que, no es por hacer la pelota, me ha sorprendido gratamente aun sabiendo lo bien que todo el mundo habla de ellos.

Bueno, que me estoy poniendo cursi otra vez, y vais a decir que parezco Corín Tellado.

El viernes 2003-07-27 (toma americanada), a las 10:30 AM estábamos rumbo a Águilas Ana-R y yo, con un torrao que estaba cayendo de tres pares de narices, y con el twingo hasta las trancas y el aire acondicionado puesto... imaginaos... Pero felizmente, en 5 horas y dos pérdidas de camino (de las que Ana no se enteró porque estaba soñando con los meros que íbamos a ver), estabamos en  Águilas. Tras un par de vueltas de reconocimiento turístico por la ciudad... bueno, qué coño... tras perderme algunas veces y sin entender ni papa del plano que me imprimí de internet, dimos de casualidad con el centro de buceo waterparadise, donde habíamos quedado con Ruben_Mad, su mujer Rox, Carlos (narval) y Juan Carlos (del centro). He de reconocer que sufrí el miedo escénico, porque yo con mis siete inmersiones, me iba a meter con cuatro angelitos que seguro que lo hacían todo bien, y yo seguro que metería la pata cinco o seis mil veces. ¿Dije miedo? Pánico escénico... Pero bueno, ya estaba allí y no podía quedar mal... así que me esforcé por hacerlo todo lo mejor posible... y los esfuerzos se pagan (tengo los riñones como si llevara dos meses domando caballos).

 

PRIMERA INMERSIÓN: Isla del fraile, cara de Levante. 55 min. 20 m. 25-20ºC. Teníamos lebeche, así que habría poca visibilidad y la inmersión no iba a ser la leche (Bécquer). ¿Poca visibilidad? Ná, unos 15-20 metros... pero eso aquí es poca visibilidad. Teníamos que equiparnos en el agua... qué bien, porque yo no lo había hecho nunca. ¿Sería el primer ridículo, incluso antes de entrar en el agua? Con más pena que gloria, me tumbé sobre el equipo y en unos 15 minutos estaba preparado, mientras los demás me estaban esperando. Qué bien, qué tranquilidad... Me dicen que yo, el más inexperto, marco el ritmo. Perfecto. A seguir esperándome. Me agarro al cabo y empiezo a bajar. Bueno, no... a intentar bajar. Joder, hay que deshinchar el jacket. Es que hacía ya un mes y medio que no me ponía estos bártulos. De cabeza y de brazos, pero consigo llegar al fondo. Carlos me pasa los dos kilos de lastre extra que llevaba para mi, porque me dijo q con seis me tendría que sobrar... y no me sobró. Bueno, igual me los dio porque le incordiaban a él, pero seguramente no. Entre las grandes rocas y la posidonia, surgía la vida. Me quedé alucinado con la cantidad de estrellas que había, unas negras (rojas, pero sin linterna se veían más negras que el sobaco de un grillo) enormes, y unas verdes (naranjas) de siete brazos. Por todos lados aparecían castañuelas, salmonetes, pez verdes, peces verdes, o como cojones sea el plural del nombre de estos animalitos... sargos, obladas, petos, julias, gobios, salpas... (perdonad el coñazo con los nombres, pero me he comprado un desplegable de especies del mediterráneo, y quería hacer uso...) Algunas escórporas camufladas, un pulpo que al vernos salió corriendo... obviamente, salió corriendo nadando... Como nuevo, vi un nudibranquio bastante chulo, marrón, grande (no viene en el desplegable) y varias flabellinas. Me gustó mucho la ascidia al tocarla se encogió... aunque en mi desplegable pone ¡NO TOCAR! Pero no tenía desplegable entonces... Espirógrafos, nacras normes en la posidonia... y las crías de castañuela, con su azul intenso y luminoso... un alucine para empezar, vamos... Además, con unos compañeros de excepción, muestra de serenidad y seguridad bajo el agua, que me hicieron ver que en el curso hubo muchas cosas que no me contaron y que no cumplimos... ¿demérito del centro, o mérito de ellos, que hacen las cosas como debe ser?
SEGUNDA INMERSIÓN: y segundo día... empezamos prontito, a las 8:30 AM aparecimos en casa de Narval que tenía todo preparado... echó el barco al agua antes de que Ana y yo nos pudiéramos dar cuenta (se ve que lo ha hecho alguna vez antes) y ponemos rumbo al Montoya a ver los meros... El mar, perfecto y como un plato, había mejorado la visibilidad, y las ganas de bajar eran ya demasiado. Así que ¿para qué esperar más? Nada más meter la cabeza, decenas de obladas nos recibían en superficie. Bajamos por el fondeo, y seguimos a Carlos que iba como por su casa. De repente, vemos los restos de un barco, al lado otros restos más antiguos, y por último un tercer esqueleto, el del Montoya que da nombre a la inmersión. Mi primera impresión al ver mi primer pecio fue... bastante sorprendente. No sé cómo describirlo... no le presté tanta atención como merecía... lo disfruté más en el tercer día, que repetimos esta inmersión. Estaba más atento de los meros. Unos ejemplares enormes, otros más pequeños... Yo esperaba ver algún mero suelto, no grupos de varios... El más grande de todos, nos recibió en la cubierta del barco. Me acerqué a él, y se fue detrás del casco del barco. Ya no le veía, cuando de repente salió por un agujero del casco viniendo hacia mi de frente. Me quedé alucinado viendo semejante animal frente a mi... Pude verle todos los detalles... precioso... se alejó como si yo no pintara nada allí, y continuamos la inmersión siempre con la compañía de los meros que rondaban por allí. No sólo había meros... otras muchas especies poblaban los restos de los barcos, muchas morenas, congrios, etc... pero especialmente los meros me sorprendieron y se me quedaron en la cabeza. El ordenador corría casi tanto como el manómetro, así que hubo que tirar pa’arriba que nos esperaba otra clásica de la zona: la cueva de la virgen.
TERCERA INMERSIÓN: Aun con el regustillo de los meros, hicimos pasar algo de tiempo se superficie para volver a bajar esta vez en la cueva de la virgen. En este intervalo, tuvimos el dudoso gusto de conocer a Diego “Cashocanne”, que nada más llegar soltó “nada, aquí, hablando de las mujeres, que cuando salen guarras...”. Dejamos pasar a su grupo y al poco entramos nosotros. El levante había traído limpieza al agua, buena visibilidad, y “avispas” como las llamó Carlos: pequeñas medusas de dolorosa picadura. Así que con algún cuidado, bajamos por el fondeo sorprendidos por una pradera enorme de posidonia llena de vida. Primero, unos restos de un pecio plagado de morenas. Algunas compartían huecos. En la popa se escondía un congrio de buen tamaño que no quiso salir a recibirnos. Al poco, en un cortado, pasaron tres barracudas preciosas como siempre. Entramos al tunel por el que salían las hordas de Diego cashocanne que dajaron todo como el rosario de la Aurora. A la salida tiene una imagen en azulejos de una virgen, rodeada de conchas. Dentro, en las oquedades, gran cantidad de salmonetes con su naranja resaltando en la oscuridad al ser iluminados con nuestras linternas. En una oquedad, dos morenas compartían su hogar. En los alrededores, varios pulpos escondidos, una de ellas con su prole, y en otro agujero un pulpo muy pequeño se escondía de nosotros tras una concha. Seguimos por la predera de posidonia y las rocas, viendo muchísimos peces aquí y allá. En este momento me lancé... nunca había tocado una estrella de mar, y tenia mucha curiosidad. Carlos la cogió, y la puso del revés diciéndonos que esperásemos. Nunca se me ocurriría la manera en que ese ser, tan raro, se iba a dar la vuelta. Aun con la boca abierta por esa experiencia, Ana me señala en la roca y vemos una flabellina aquí, otra allá... una de dos milímetros posada en un alga... Vaya, mi manómetro vuelve a estar en 50 antes que el del resto... Salimos, felices como lombrices.

Recogimos los bártulos, y fuimos a recoger lo que habíamos dejado en casa de Narval. Para nuestra sorpresa, Mara, su mujer, nos estaba esperando con el aperitivo preparado. Vaya detallazo por su parte. Bañito desalinizador en la piscina, y a por las claras que cayeron como Troya, botella tras botella. Carlos nos puso al corriente de las anécdotas e historietas de la zona, hablamos de los viajes de Ana... y volando como el tiempo de las inmersiones se nos pasó esta deco, de la que tuvimos que salir porque a la tarde nos esperaba otra. No tengo suficientes palabras de agradecimiento para Carlos, Mara, Pablete y los perros, que nos acogieron como poca gente sabe. Además, conseguimos que mi regu volviera a ser el de antes... porque tenia una configuración que resultaba tantito incómoda.

CUARTA INMERSIÓN: Mientras comíamos (lo poco que nos quedaba por llenar tras los aperitivos de Mara) la cosa se puso fea con amago de tormenta. Una siestecilla, y como nuevo. A por la otra cara de la Isla del Fraile. Me soprendió la cantidad de morenas que había, y que el día anterior no vimos. Algunas de pocos centímetros, asomando sus boquitas por los agujeros. Otra enorme, muy enorme, a la que no hicimos gran caso porque apareció, para mi sorpresa, el bicho que más me ha gustado de cuantos he visto bajo el agua: una liebre de mar. Sí, soy así de raro... me encantó. ¿Cómo definirlo? Es como tener en la mano un blandi-blub vivo, suave, blandamente duro, de buen tamaño... lo cogí con las dos manos y me agarró el dedo con su “boca”, succionando levemente como dándome un beso. No quería soltarlo, pero había que seguir. Al dejarlo, nadó hacia las rocas... preciosa. Antes de eso, veo a Juan Carlos pegándose contra las rocas. ¿Qué iría a sacar para dedicarle tanto esfuerzo? En menos de dos minutos la había acorralado, y la sacó: una cigarra enorme, que luchaba con el latiguillo de su regu. Cuando se calmó, pudimos verla... He de reconocer que me la imaginé a la plancha, y tenía buena pinta. La dejó de nuevo en su escondite, y seguimos a otra sorpresa. Entre la posidonia, adherida a una nacra, una oreja de mar viva. Me gustó el bicho, con sus “pelos” verdes saliendo de la concha, que se retraían al tocarlos. Pero más adelante, había otra liebre, púrpura, con manchas blancas. Más pequeña que la anterior, pero igualmente cariñosa. Tenía una herida de guerra... pero el manómetro ya apretaba y tenimos que dejarla. Algún cangrejo asomaba entre las rocas, todo muy bonito... menos la termoclina de 15ºC que jodía lo lindo.

Esa noche, Ana se animó con una nocturna mientras yo me metía entre pecho y espalda una merecida cena, que eso de bucear cansa un huevo y da mucha hambre.

QUINTA INMERSIÓN: y última. Hoy vuelven Rubén y Rox, e iremos con Carlos al Montoya de nuevo. Por el camino, dejamos a María Isabel, que cumplía 11 años con su 11ª inmersión, y a su padre. Al llegar, vemos que se acercan los de Diego. ¡¡Prisa, prisa!! ¡¡Que vienen las hordas!! Me equipo como siempre el último, y empezamos a bajar. Primeros problemas... Como ya había visto al cogerla, mi botella estaba sobrelastrada y bajé por el cabo como un rayo. Sin problemas, porque abajo estaba el fondo contra el que frené. Pero vamos, que nadie en el curso no me contaron que usaa el jacket como paraca en estos casos... Lección aprendida (creo). Al bajar, nadamos por la cresta de roca y de repente Carlos que nos guiaba, para. Se asoma al cortado y se queda mirando. Un minuto, y empiezo a preocuparme. Estaremos esperando a alguien... Miro, y veo a Ana a mi derecha, a Carlos pegado a mi izquierdo, Rox y Rubén encima... Estamos todos. ¿Qué ocurre? ¿Carlos se ha perdido? Ingenuo de mi, que creía que no encontraba el camino. En un minuto, les veo alucinando pepinos. ¿Qué ocurre? Estoy perdido... de repente, me doy la vuelta y aparece El Mero y su séquito. Un pedazo de mero, el más grande de todos los que habíamos visto, se dejaba querer. Me pude acercar muchísimo a él, y no creo que nunca olvide eso. Su cara enorme, su pedazo de lomo... Increíble. Seguimos la inmersión hacia los barcos, donde nos sorprende un banco de corvallos al acecho. Cientos de peces a nuestro alrededor: sargos, obladas, castañuelas, salmonetes... El pecio estaba repleto de vida. Y, cómo no, los inseparables meros. Asomados a babor (creo) estuvimos viendo cómo acechaba el banco de corvallos. Todo era precioso. Seguimos inspeccionando la cubierta del pecio, y pude detenerme en admirarlo con toda su grandeza. Hasta ese momento, no había pensado lo grande que era, lo fantasmal de su imagen... Inolvidable. Me asomé a su bodega, desde fuera... no entraría ahí ni loco. Alumbré, y decenas de peces llenaban su interior. Fuimos a popa y vimos algunas trampas... tras algunos arreglillos y algotros problemas de estabilidad por mi parte, ya que la botella me tenía descompensado, pude ver cómo en una trampa había una morena. ¿Qué ganan sacando a ese animal, si lo que quieren cazar son pulpos? Le pedimos amablemente que saliera, y tras otros apañitos seguimos la inmersión por la zona, admirando el resto... hasta que nuestros ordenadores y manómetros nos devolvieron a la realidad. Tiramos para arriba despacio, con mucha seguridad, haciendo las paradas necesarias y viendo desde arriba cómo no se deben hacer las cosas, porque el grupo que entró detrás nuestro, subía a matacaballo por el cabo.

Con todo el buen sabor de boca, aunque algo preocupado por mis problemas de estabilidad, volvimos a waterparadise para “hablar de negocios”, ducharnos, y volver a casa de Carlos a contar más anécdotas, historias del foro, etc... con los increíbles cuidados de Mara y su paté de ahumados, las claritas, y todo lo demás. Espero algún día poder devolverles tanta amabilidad. Casi llenos, llegó el momento del adiós definitivo. Bueno, definitivo no, pero sí hasta otra.

Con mucha pena, pero un recuerdo inmejorable, volvimos a Madrid con las expectativas más que cumplidas, y Ana soñando con lo que había visto estos días.